lunes, 8 de agosto de 2011

Y que será del viento. Parte 1

El frio viento que anunciaba la llegada del otoño golpeó mi cara, trayéndome nuevamente a la realidad. Esta vez el tiempo había pasado más rápido de lo usual. No es que me importara, ya no me importaba desde hacía bastante, pero me gustaría poder disfrutar el otoño aquí.

Caminé tan lento como pude, no me interesaba llegar pronto a casa, ya sabía que estaba pasando en estos momentos. Decidí tomar el camino de la calle principal, era el más largo, y por lo tanto, el que más me gustaba.  Desde que habíamos llegado con mi mamá, opté por pasar el menor tiempo posible con ella, quería evitar discusiones, que sabía yo, existirían si pasáramos más de una hora bajo el mismo techo. Pasé por enfrente de Florentino, y dudé si entrar o no, pero como mi idea era perder tiempo, lo hice. Caminé hacia Marlene, la dueña de la heladería, una simpática señora de la que me había hecho amiga apenas llegué a la ciudad.
-        –  Hola Jess, - me saludó con una autentica sonrisa mientras añadía – ¿Qué te trae por aquí? Hacía tiempo que no me dabas el placer de verte.
-        –  Marly no me hagas sentir mal en mi último día – dije entre risas – Sabes que no he tenido mucho tiempo libre, entre la escuela y…
-        –  Lo sé – me dijo, y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas mientras me abrazaba – Al menos viniste a despedirte de mí, te echaré de menos cada día, y espero recibir cartas tuyas, diciéndome el porqué de esta partida inesperada.

Al escuchar las últimas palabras, se me hizo un nudo en la garganta. No había venido a despedirme, sino a hacer tiempo antes de volver a casa. No creía en las despedidas, ya que significaban que todo terminaba, y por más que tenía ese concepto bien claro, me negaba a creerlo. De todos modos, asentí diciendo que no me iría jamás sin despedirme. Odiaba mentir, pero no quería que la imagen que Marlene recordara al pensar en mí, fuera la de una chica egoísta que ni siquiera había pensado en despedirse de sus amigos.

Me dio un beso en la frente y me soltó. Caminé hacia la puerta, y mientras la abría, eché una última mirada atrás para ver a Marlene una vez más. Le sonreí y emprendí nuevamente el camino a  casa. Se me hizo más rápido que habitualmente, por lo que maldije varias veces antes de entrar. Mi mamá estaba parada en la puerta, cercada de varias cajas que contenían diferentes inscripciones.
-        –   Tardaste demasiado, el taxi ya está en camino – dijo enojada – tuve que empacar todas tus cosas sola.
-       No lo hubieras hecho – me mordí la lengua para no añadir nada que originara una pelea, esa era una técnica que había aprendido con el pasar del tiempo.
-         –  La próxima vez no lo haré – se encogió de hombros y abrió la puerta – Ayudame a sacar las cajas, así no tardamos mucho cuando llegue el taxi.

Sin protestar, saqué las cajas, una por una, y al terminar, ayudé al taxista, que había llegado, a guardarlas dentro del auto. Tras guardar todas, me acomodé en un pequeño espacio vacío en la parte trasera del taxi, y esperé que mi mamá viniera. Así que ella subió le indicó al taxista el camino más corto que debía tomar para llegar al aeropuerto. El viaje duró apenas 15 minutos ya que no había tráfico y el chofer parecía no saber que eran los frenos. Tan pronto se detuvo me bajé, contuve mis ganas de vomitar, odiaba viajar tan velozmente. Mientras recuperaba el aliento, mi mamá bajó las cajas, le pagó al taxista y con una sonrisa le entregó un papel con su número de celular. Intenté calmarme para no decirle cuanto me molestaba que coqueteara con el que se le cruzara, pero no lo logré.
-        –  Deberías dejar de hacer eso.
-       –   ¿De hacer qué?
-        –  De coquetear con cualquiera, por culpa de eso es que ya no tenemos un hogar fijo – sabía que a ella le molestaba que mencionara ese tema, pero estaba demasiado enojada para contenerme. – Vamos, o perderemos el vuelo, y no estoy segura sobre si aguantarías vivir el otoño.

Coloqué las cajas sobre un carrito que estaba a mi lado, y me encaminé hacia dentro del aeropuerto. Mi mamá caminaba delante de mí, y en ningún momento se dio vuelta a confirmar que yo realmente estuviera ahí. Hicimos la cola para despachar las cajas en silencio. Mis palabras la habían lastimado, pero esa era mi intención. Y aunque ahora me sentía culpable por eso, no pensaba disculparme. Ella nunca se había disculpado por todo lo que hizo.
Seguimos sin hablarnos hasta que abordamos el avión. Allí, rompió su voto de silencio para hacerme una simple pregunta.
-        –  ¿Prefieres el asiento del lado de la ventana o el del medio?
-        –  Me da lo mismo – dije y me senté al lado de la ventana.

En realidad no me daba lo mismo, pero temía que si dijera que en verdad deseaba sentarme en este lugar, ella lo hiciera. Lo único que me agradaba de nuestros constantes viajes, era el poder disfrutar de los paisajes desde las alturas. Eso me tranquilizaba y me daba fuerzas para seguir con mi vida, por lo tanto, no dejaría que mi mamá me quitara lo que me gustaba. Me acomodé en el asiento y cerré los ojos mientras el avión no despegaba. Me tomé un tiempo para aclarar mi mente y pensar en cómo sería nuestro nuevo hogar, y no fue hasta que hice esto, que me di cuenta que ni siquiera sabía a dónde íbamos. Consideré el hecho de preguntarle a mamá, pero eso haría que ella supiera que si me importaba nuestro destino, y yo no quería eso. Desde que empezó a pasar todo, me prometí que actuaría con tanta indiferencia como me fuera posible, y por más que la curiosidad no me dejara tranquila, no le preguntaría, no le daría un arma que pudiera usar en mi contra. Si ella decidiera decirme, bien, y si no, esperaría las horas de vuelo necesarias para llegar a ese lugar, y una vez allí, sabría cuál sería mi nueva morada. Mis ojos se cerraron lentamente, y no me hubiera dado cuenta de que me había quedado dormida si no fuera por mi mamá, que me despertó. El avión seguía en el suelo, pero a diferencia de unos instantes ya nadie estaba en él.
-       –   Llegamos – dijo mi mamá con una voz cortante.- Arreglate antes de bajar, no quiero que nadie piense que mi hija es una desarreglada.

No le contesté, pero me arreglé un poco el cabello y sequé mi cara que estaba algo húmeda. Quería decirle que no era una desarreglada, que el hecho de que no me vistiera como una princesita no significaba eso. Es que de verdad no veía el sentido de arreglarme si lo que pretendo es no atraer la atención de los chicos. No quiero correr el riesgo de que alguno coquetee conmigo y yo caiga en sus encantos, no cuando mi vida es como es. 


2 comentarios:

Habbo Guia dijo...

taaanta cosa para q salga q ya e tenido cuenta XD

esta chevereee yo quiero la continuacion :P y el de lobitos :P
jajaja

quiero maaas para leer XD todos los dias uno(?)
buee tampoco asi xD pro tan cheveerees XD

Gabi dijo...

En realidad debo confesar que lo lei entero... asi que se lo que viene... La parte buena??? Les puedo asegurar que no se van a arrepentir de esperar por lo que falta! Felicitaciones Mel!!!:)

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