jueves, 6 de octubre de 2011

El turno de Helena Cartwright


El sol había desaparecido tras un sinfín de montañas hacía ya una hora. Jeremías estaba sentado sobre una piedra mientras esperaba, ansioso. Sus largos mechones negros caían delicadamente sobre su tez, ahora pálida, y sus manos impacientes jugueteaban en el aire a la espera de una orden de actuar.

El silencio sepulcral del bosque se rompió con el crujido de una rama. Jeremías se levantó rápidamente y adoptó una postura de ataque, era la oportunidad que él estaba esperando. La noche estaba llegando a su clímax, la tercera noche, su salvación. Sacó un papel negro de su bolsillo, las letras plateadas que lo adornaban ya estaban perdiendo su brillo, tenía que actuar rápido, o estaría condenado a vivir esa vida para siempre. Una sombra apareció entre los arboles con ojos temerosos y pasos asustados. ¿Esa sería su víctima? ¿Una indefensa muchacha de unos 16 años? No había tiempo para compadecerse. Sacó una daga que tenía escondida bajo una pila de hojas secas y corrió en dirección de la recién llegada.

—Sólo un poco de sangre y tu nombre, es lo único que necesito para dejarte libre —dijo entre risas mientras la inmovilizaba bajo su cuerpo.

Situó la pequeña daga en el cuello de la chica y no la retiró hasta que la hoja plateada hubiera adoptado un color carmesí.

—Helena, mi nombre es Helena, por favor dejame libre. —Las lágrimas caían de sus ojos mezclándose con la sangre que le seguía brotando de la herida.

¿Helena qué?

—Helena Cartwright.

Jeremías sonrió. Resultó más fácil de lo que esperaba. Sólo deseaba que Helena en verdad se llamara así, de lo contrario, sufriría la condena. Apoyó el papel negro en el suelo y con la sangre de la daga escribió delicadamente el nombre de ella. Las letras casi opacas del papel recobraron su intenso brillo plateado.

Tu herida va a cicatrizarse rápidamente y cuando lo haga, vas a tener fuerza suficiente para entender esto y salir de acá. —Dejó el papel y la daga sobre las piernas de Helena, cuyos movimientos desesperados habían cesado. Jeremías se encaminó por el sendero del bosque, sonriendo, agradecido por haberse liberado. Ahora el problema era de Helena, no de él.

***
Era ya de mañana cuando Helena despertó. Sus ojos recorrieron todo su alrededor en busca de una explicación. ¿Qué había sucedido la noche anterior? Con dificultad, se levantó del suelo y observó los objetos que yacían en sus piernas. Por un momento dudó en tomarlos, pero la curiosidad venció a la precaución y en apenas segundos, Helena tenía el papel y la daga en sus manos. Recordó el encuentro que tuvo antes de desmayarse, la herida que este le había dejado. Ya no sentía el dolor punzante de antes, por lo que prefirió dar más importancia al pequeño escrito que tenía entre sus manos. Sus ojos se movían rápidamente de un extremo al otro del papel, como si de esa forma el texto cambiara. Lo soltó desesperadamente con la esperanza de olvidarse de esas terribles palabras, pero era tarde, ya las tenía grabadas en su mente. Las repitió una y otra vez, esperando poder comprenderlas.
“Tres amaneceres es el límite marcado para cambiar la situación. Sangre, es lo único que necesitas, y el nombre del condenado corazón.”
¿Qué querría decir eso? Pensó que quizás no era más que una broma de mal gusto, quería creerlo, pero en el fondo de su mente, sabía que ese pensamiento era incorrecto. Necesitaba respuestas. Miró el papel nuevamente, esperando más información, o cualquier cosa que probara que estaba soñando. Para su sorpresa, las letras que hasta momentos atrás eran enteramente de un color plateado, empezaban a perder un poco de brillo.
Trató de recordar algo que pudiera ayudarla en su búsqueda hacia las esperadas respuestas, pero por más que pensara, nada pasaba por su mente. Estaba a punto de rendirse cuando ese nombre apareció entre sus pensamientos. Jeremías. Sabía que tenía que buscarlo, que él le daría las respuestas necesarias. Ahora sólo restaba encontrarlo. Parecía una tarea sencilla, pero Helena no sabía dónde buscarlo, ni cómo hacerlo. La dirección invadió su mente de la misma forma que el aire invade los pulmones, sin permiso ni explicación. No le importó eso, lo único que quería eran las preciadas respuestas, así que no dudó en dirigirse a la misteriosa dirección.
***
El bar estaba ocupado por apenas media docena de personas cuando Helena entro en él. Una pareja de enamorados al lado de la entrada y cuatro hombres solitarios dispersos por el local. Analizó a cada uno de ellos en busca de Jeremías, pero no sabía cómo era. No recordaba mucho de la noche anterior. Mientras trataba de adivinar cuál de los allí presentes era la persona que buscaba, un joven se acercó a ella, trayéndola a la realidad.
Sabía que vendrías —dijo con una sonrisa apenas perceptible—. Soy Jeremías, pero supongo que ya lo habías deducido.
Helena no pronunció ninguna palabra. La sorpresa la había paralizado por completo.
—Tranquila, no muerdo. Supongo que viniste por respuestas, yo también estaba así la primera noche. Las dudas no te dan sosiego. Pregúntame lo que necesites, te ayudaré lo más que pueda. Después de todo, esa ahora es mi función, hasta que falles o prosperes en tu misión.
¿Mi misión? —Helena rompió su voto de silencio. Seguía demasiado sorprendida por la situación, pero no dejaría que eso se interpusiera en la adquisición de las respuestas.
—Sí, supongo que leíste el papel, ¿no? Tienes que lograr lo que ahí dice, de lo contrario seguirás en esa situación eternamente.
—¿Qué situación? ¿A qué te refieres?
— Niña, la verdad esperaba a alguien más inteligente, tener que explicar cada detalle me agota. Pronto los cambios empezaran a surgir, al principio pensarás que no es más que tu imaginación, pero no es así. A medida que el segundo amanecer se acerque, los cambios se intensificarán. Sólo encargate de escribir en el papel negro el nombre de una persona con su sangre. Hazlo antes que las letras plateadas pierdan completamente su brillo. ¡Ah! Otra cosa, asegúrate de escribir el nombre correcto, o el efecto no funcionará y estarás condenada a sufrir las consecuencias. Ahora vete, por favor. No quiero que me sigas estresando.
Desconcertada, Helena salió del bar. Ya era de noche. Seguía procesando la información recibida momentos atrás. ¿A qué se refería con los cambios? No lo sabía. Lo único que sabía era que debía completar esa “misión”. Los primeros rayos de sol interrumpieron sus teorías. No había notado que ya era de día. Caminó hasta una plaza cercana y se sentó a observar el amanecer. Últimamente el tiempo estaba pasando más rápido de lo usual. ¿Sería ese uno de los cambios a los que se refirió Jeremías? No estaba segura. Se sentía muy cansada, así que prefirió relajarse y dormir un poco.
***
Cuando Helena abrió los ojos, se encontró sumida en una oscuridad reconfortante. No sabía lo que ocurría, pero era imposible que hubiera dormido todo un día. Seguro era su imaginación. Trató de aferrarse a ese pensamiento, pero las palabras de Jeremías le taladraban la cabeza. “Al principio pensarás que es tu imaginación, pero no es así”. Se deshizo de esos pensamientos. El tercer amanecer ya estaba cerca, debía apresurarse. Se incorporó rápidamente y vagó sin rumbo por unas pocas horas, esperando encontrar alguna persona en el camino.
Helena se estaba resignando, quizás una vida así no sería tan mala, después de todo ella no había sufrido muchos cambios, salvo por la pérdida del pigmento de su cuerpo y el rápido transcurso del horario, seguramente Jeremías había exagerado. Estuvo a punto de aceptar esa realidad cuando un crujido de hojas secas hizo que la descartara. Estaba en el mismo bosque que hacía dos noches.
Sus sentidos se agudizaron a cada crujido, alguien se estaba acercando. Sacó la daga de su escondite y esperó hasta que la figura del joven apareciera. Sin un momento de dubitación se abalanzó sobre este, repitiendo lo que Jeremías le había hecho en ese mismo lugar.
Tu nombre, es lo único que necesito —dijo.
—Sebastián… Sebastián Gray.

Escribió rápidamente el nombre del joven en el papel. Fue mucho más fácil de lo que esperaba. Dejó el escrito y la  daga sobre el torso de Sebastián en el mismo momento que el sol hizo su entrada triunfal en el cielo. El tercer amanecer. Helena se alejó por el sendero del bosque, feliz, creyendo haber cumplido la misión, y sin saber que el verdadero nombre de Sebastián era Jonathan Winslet.


domingo, 2 de octubre de 2011

Orgullo & Prejuicio, y el renacer de mi ¿Obsesión?

Desde la primera vez que vi Orgullo&Prejuicio, supe que esa sería la película que me acompañaría por el resto de mi vida. Y no solo por el hecho de poder disfrutar a Mr. Darcy, que por cierto es mucho mejor de lo que imaginé cuando leí el libro, también porque tiene una trama que atrapa y un romance que a muchas les gustaría vivir. Así, poco a poco, escena por escena, la película se fue transformando en una "obsesión", pero no con un significado negativo, sino que se transformó en un pensamiento que difícilmente puedo apartar de mi mente, una compañía constante, y muchas veces un lugar dónde escapar cuando las situaciones se complican en la vida real. Me encantaría haber estado en esa época en la que el amor tenía un concepto diferente, y en la que la frase "Te amo" obtenía un significado verdaderamente pasional en comparación a hoy en día.
Y acá está la parte a la que realmente quería llegar, el descubrimiento que re-encendió la llama de mi pasión por Orgullo&Prejuicio:
Hace ya una semana, salía del colegio acompañada de una amiga que siempre va conmigo hasta la parada del colectivo, ya que ella toma el suyo cerca. Como siempre hablábamos de libros, una de tantas pasiones que compartimos, y entre libro y libro surgió el tema de Orgullo&Prejuicio, y con este, la película. Demás está decir que yo la comentaba con mucho entusiasmo, al igual que lo hacía ella. Hablé de lo mucho que amo Mr. Darcy y ella me habló del final alternativo. Sí, un final alternativo. No tengo palabras suficientes para expresar mi sorpresa en ese momento, lo único que puedo decir, es que en el mismo instante que llegué a casa fui directo a la computadora para ver ese bendito final. No sabía que me esperaba, pero estaba segura que, fuera lo que fuese, no me decepcionaría.
Busqué el video en Youtube, y esperé pacientemente a que se cargara, y así que lo hizo, no pensé dos veces. Apreté Play y me adentré en esa pequeña parte de la película que me fue oculta tanto tiempo. Las lágrimas caían cada segundo que pasaba, la emoción era tal que a duras penas podía evitar dar gritos de alegría. El final alternativo mostró lo que siempre quise ver en la película. Sin decir más, dejo el video para que también lo puedan ver y disfrutar, tanto como yo lo hice, y lo sigo haciendo, no lo niego. Y si aún no vieron la película, les recomiendo de todo corazón que lo hagan, es imposible arrepentirse de verla. Espero amen este final alternativo tanto como yo lo hice.
Saludos.

PD: Les recomiendo expandir el video para poder leer bien los subtítulos.