viernes, 8 de enero de 2010

Primera y última puerta

Desde la ventana de mi habitación pude ver todo lo sucedido aquella noche.
El viento soplaba moviendo las ramas de los árboles de mi barrio. La lluvia caía musicalmente sobre la calle de tierra, era la situación perfecta para dormir. Dejé el libro sobre el estante y apagué la luz. Ya estaba acostado y con los ojos cerrados cuando mis oídos escucharon un sonido que desentonaba con la tranquila noche. Esas pisadas brutales no me dejaban dormir. Me levanté y por la ventana observé a una mujer que a simple vista era perfecta para mí. Esa muchacha me dejó tan deslumbrado que me olvidé completamente del mundo, apenas me di cuenta que arrastraba una bolsa por el embarrado suelo. Para concluir mi felicidad, vi que la chica entró en la casa vecina a la mía. Era la hija de Eleonor.
Hacia ya más de un año que no la veía, y ahora, ella estaba irreconocible. No pude dormir pensando en ella. A la mañana siguiente llamé a su casa. Debía encontrarme con ella. Su voz de ángel salió por el teléfono, le hablé, y para sorpresa mía, ella me reconoció al instante. Íbamos a cenar hoy juntos.
Las horas pasaron, yo apresurado me bañé, me vestí con la mejor ropa que mi sueldo de periodista podía pagar, y usé la colonia que mi madre me obsequió.
Eran las 20:30, pero el sol todavía brillaba. Salí de mi casa y me encaminé hacia la de ella. Toqué el timbre, y mientras esperaba observé el picaporte, tenía huellas digitales pero eran de un color extraño, una mezcla de marrón y rojo quizás. No me preocupé, pues ella abrió la puerta y el mundo se detuvo otra vez. Su vestido azul encegueció mis ojos. Su belleza estaba actuando como un sol. Antes que el sudor arruinara mi ropa, pregunté por el baño. No oí su explicación de donde se encontraba, solo seguí la dirección hacia donde apuntaba su dedo.
Abrí la primer puerta del corredor y al mirar el contenido de la habitación, mi sangre se congeló, inmovilizando mi cuerpo. "Grave error" dijo una voz detrás mío.
Ella se acercaba con un cuchillo en la mano."¿Últimas palabras?", preguntó. "Me enamoré de la chica equivocada", pronuncié.
Su risa retumbó en mi cabeza y lo último que oí fue el Zas de cuchillo en mi cuello. Estaba muerto.
Desde la ventana de mi habitación pude ver todo lo sucedido aquella noche. Mi espíritu flotaba y yo observaba la misma escena de nuevo. Pero esta vez, yo estaba siendo arrastrado en una bolsa por el embarrado suelo, y no su mamá.

2 comentarios:

Sergio dijo...

Muy bueno, me encantó el final inesperado!

Mariela Fernandez Alsina dijo...

meli sos una genia! me encanta lo que escribis y en espanol!!! besotes Mariela

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